PASÓ LO QUE TENÍA QUE PASAR
Por Gabriel J. Zanotti, publicado en Criterio, nro. 2270, Abril 2002.


Antes de su organización constitucional (1853), y extinto el Virreinato del Río de la Plata, la Argentina era sencillamente una permanente lucha entre diversos amantes del poder absoluto, llamados caudillos, que buscaban ocupar el espacio dejado por la caída del régimen colonial.

Así, desde 1853 en adelante, la organización constitucional argentina significó una especie de “empate” entre dos tradiciones, diferentes en cuanto a la impronta cultural del poder (tradiciones “hispano-católicas” por un lado vs. positivismo laicista y pro-“democrático”, al estilo Rousseau, por el otro) pero coincidentes en que la sociedad se “construye” y se planifica desde el poder hacia los gobernados.

De todos modos, desde 1853 a 1930 la Argentina logra un período sin guerras civiles y con cierta libertad en materia económica. Sólo esos dos factores producen esa Argentina que después de la 1ra guerra mundial compite con Canadá y Australia en cuanto a nivel de desarrollo económico.

El país se estructura tal como el constructivismo iluminista lo prescribe. La educación comienza a ser absorbida drásticamente por el estado (3); la codificación y no el common law es el sistema jurídico; la democracia es sólo una palabra y el fraude y la manipulación electoral es “norma”,

Los militares de 1930 eran sencillamente pro-nazis que querían barrer incluso con la división formal de poderes que hasta entonces regía.

Juan Domingo Perón, un militar admirador de Mussolini, no inventa nada nuevo (4) excepto su especial habilidad para ganarse demagógicamente al electorado más manipulable.

Perón instaura, de 1945 a 1955, un régimen mussoliniano en lo político y socialista en lo económico.

En el 55 Perón pierde el poder porque, extrañamente, comete un error: se pelea con la jerarquía elesiástica.

A partir de ahí, nadie intenta privatizar, ni desregular, ni nada que se le parezca (5). Son antiperonistas porque se oponen a Perón como persona, pero heredan y practican su concepción del poder y la economía.

los comunistas pro-castristras y demás facciones marxistas intentan tomar el poder. A partir de los 70 siembran el terror. Hoy todos se han olvidado. Asesinan inocentes, ponen bombas, violan todos los derechos humanos que hoy dicen defender. Los nenitos de 20 años que entonces levantaron las armas están hoy en la política y en los medios de comunicación diciendo que lo que hicieron, “en esa época”, estaba bien. … Hoy todos lo han olvidado.
Una coalición civil-militar toma el poder en el 76. Excepto su anticomunismo, no tienen idea de nada. No planifican una salida democrática. Reprimen bestialmente, sin ningún límite, a la guerrilla, y la exterminan de igual modo que a principios de siglo se hizo con el indígena. Económicamente siguen con el gasto público, el endeudamiento y la inflación.
En el 82, uno de estos militares iluminados invade las islas Malvinas, con todo el apoyo de la población civil, que lo vitorea en la Plaza de Mayo, y de casi todos los supuestos intelectuales argentinos. Pocos se oponen a semejante locura. Hoy todos lo han olvidado también.

R. Alfonsín a la cabeza, gana las elecciones. Se vuelve, al menos, a la formalidad constitucional, y la guerra civil entre guerrilla y militares, al menos en las armas, termina. Pero todo el aparato estatista –en economía, educación, salud, seguridad social- sigue sencillamente intacto.

En 1989 Carlos Menem gana las elecciones… Si Menem pensaba en 1989 en alguna reforma sustancial de la economía, jamás lo dijo. Ganó sobre la base de decir lo que una cultura autoritaria y estatista gustaba oír.

Menem hace sencillamente tres cosas. Una, restaura relaciones con EEUU, con Gran Bretaña y saca a la Argentina del movimiento de naciones del “tercer mundo”. Dos, privatiza las empresas estatales. Mal: con privilegios, monopolios, protecciones. Tres: deja de emitir moneda para el déficit del presupuesto.

Menem no derogó las regulaciones a la economía “privada”. Tampoco derogó ni rebajó impuestos, sino que los aumentó y extendió. Tampoco derogó la legislación mussoliniana de los sindicatos, impuesta desde Perón y no derogada por nadie. El gasto público siguió aumentando pero ahora el que lo financiaba no era la emisión monetaria sino el FMI

En 1999, radicales y partidos de izquierda forman una coalición para vencer a Menem… se presentan ante la opinión pública como una combinación de Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta. El electorado argentino, ingenuo a más no poder, los vota.

De la Rúa, un honesto radical y nada más, es sencillamente superado por las circunstancias. Sigue con el 1 a 1, el FMI, la presión impositiva, un gasto público enorme y ese conjunto de absurdos a los cuales ahora se llama “neoliberalismo”. La situación les explota, a él y a su ministro, en las manos, como la bomba H…. Ante la obvia corrida bancaria, reaccionan con el paroxismo del estatismo e impiden por ley el retiro de depósitos.

el encerramiento legal de los depósitos (“corralito”) fue la primera medida estatista en décadas que tuvo dos catacterísticas: visible e impopular.

Pero es muy dudoso que las personas que ahora protestan tengan idea de las opciones. Su respuesta emocional no es indicadora de que han leído a Mises o Hayek. Son las mismas personas que votaron y apoyaron, una y otra vez, las medidas estatistas que llevaron a esta tragedia, y las incoherencias que barruntan entre medio de gritos comprensibles no son ningún síntoma de esperanza.

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